Matías llegó al país hace unos 8 años. Luego de vivir en Ecuador y Colombia, Panamá es su tercer destino laboral en casi 20 años. Además de ser una gran plataforma de negocios, este chileno se siente profundamente atraído por las madrugadas panameñas.
“Podrá parecer una banalidad. Pero las madrugadas en Panamá son mágicas. Es tan increíble levantarse a las 4:30 am, ponerse un short y una camiseta y salir a hacer ejercicio por los distintos parques de la ciudad. Yo por ejemplo lo hago en el Parque Omar. La Ciudad del Saber y la Cinta Costera son otras de mis opciones”, comienza Matías.
A esa hora la temperatura por lo general ronda los 20 grados. Simplemente espectacular. Poco a poco la ciudad comienza a activarse. Pero el silencio del amanecer definitivamente te llena de energía y a la vez te revitaliza para comenzar el día.
El amanecer de hoy fue a las 6:35am. Una hora generalmente en donde se puede disfrutar de la entrada de sol en casi cualquier momento del año. En verano ese naranja intenso del cielo es simplemente espectacular. En invierno se puede sentir la humedad (si es que no está lloviendo) en el ambiente. A esa hora se siente un frescor. Que es agradable y que predice también el fogaje con el que continuará el resto del día.
Y si se preguntan por qué es este amor por las madrugadas. Es simple. Nací en Viña del Mar, Chile, donde no recuerdo haber madrugado así para disfrutar el ejercicio. Por lo general las mañanas son heladas. Y más heladas en el invierno. Es común el uso de ropa abrigada para la práctica de cualquier deporte. De por sí, sopesar entre la levantada fría y continuar unos minutos más en la cama se transforma en un tema.
Cuando viví en Guayaquil la percibí como una ciudad extensa y poco amigable para el ejercicio. Recuerdo muy bien el Malecón 2000, pero llegar hasta allá era algo complicado y el tráfico tampoco invitaba al desplazamiento.
Y Bogotá…Bogotá es hermosa. Sus zonas verdes y parques son realmente espectaculares. No importa la zona donde vivas. Siempre habrá un lugar adecuado para trotar, andar en bicicleta (es de las ciudades con más kilómetros de ciclovías) o ejercitarse. Pero el frío siempre será un tema.
La Ciudad de Panamá tiene su encanto. Tiene el tamaño perfecto. Y eso hace que nada quede lejos. El Parque Omar lo tengo a 5 minutos caminando. La Cinta Costera a 4 kilómetros desde casa. Puedo tomar el carro, irme caminando o en bicicleta. Si tomo esta última opción puedo seguir hasta el Causeway, la vía que conecta las islas de Amador y que bordea la entrada del Pacífico del Canal de Panamá.
Y por último está mi sitio favorito. La Ciudad del Saber. El antiguo fuerte con que los norteamericanos resguardaban la seguridad del Canal de Panamá y que hoy es un ecosistema de innovación reconocido a nivel mundial. Cada vez que puedo tomo mi carro y en 15 minutos estoy ahí.
En sus calles hay historia. Todo ahí te cuenta algo. Y mientras recorres sus calles te cruzas con personas que están en el mismo modo que tú. Que están disfrutando su ejercicio. Ves gente en bicicleta. Otros trotando. Algunos llegando a armar su partido de fútbol o de béisbol. A veces veo yogis practicando y recuerdo que mi mat está esperando para retomar la práctica.
Por esto es que cuando me preguntan ¿Qué es lo mejor de Panamá? Yo me salgo del cliché para decir “definitivamente son las madrugadas”.